martes, 13 de julio de 2010

El otro día vi Toy Story 3. Ufff!

(Quien sólo quiera leer lo que digo específicamente sobre la película puede saltear el párrafo siguiente. Quien no, también.)

Tengo la hipótesis -si es que podemos llamarla así- de que si hay algo que está ampliando el lenguaje del cine, algo que permite contar historias antes impensables de maneras antes imposibles, ese algo es la animación. Sin aviso, y desde el primer fotograma, establece arbitrariamente las reglas de una realidad que aceptamos y en la que nos disolvemos. No tengo la intención de opinar sobre el valor político o estético del distanciamiento; lo que sí puedo decir es que precisamente aquello -disolverme en la realidad que establece- es lo que pretendo cuando veo una película. Por el contrario, con los efectos especiales en cierto sentido siempre estoy esperando ver los hilos, los cortes, los errores, etc. Es obvio que nunca los veré porque todo está perfectísimamente hecho con las más potentes computadoras de la NASA. Pero el juego de las diferencias inevitablemente produce distanciamiento, distrae e impide que acepte el otro juego que propone la película, la creación de una realidad.

(Bueno, ya dije que es una hipótesis poco desarrollada. Llamémosla "mi opinión personal".)

Hace un tiempo dije que lo más perturbador de "El señor de las moscas" es que los personajes son niños. La perturbación es aún más radical en Toy Story 3, donde los personajes no son niños sino juguetes. Difícilmente exista un objeto tan poco "objetivo" como un juguete, el medio en el que se hace material la esencia misma de la niñez. Por eso, que un juguete ejecute, por ejemplo, un acto de crueldad contra otro resulta casi insoportable. ¡Por Dios, son JUGUETES! En Toy Story 3 hay muchos de esos momentos de emoción casi insoportable, de todo signo. Obviamente, esto es un efecto de la maestría de quienes están detrás de la película. Pero también, creo yo, del hecho de que se trate de animación: no sé si hubiera podido lograrse lo mismo de otro modo.

¿Qué será de Woody, Buzz y sus amigos cuando Andy vaya a la Universidad? La respuesta que nos da la película es, creo yo, la única posible: el tiempo no existe para los juguetes; o, mejor dicho, la niñez es intemporal. La emoción de Andy cuando lo descubre es la misma que provoca que salten las lágrimas en ese momento (y no es el único). Y es la misma que provoca que casi salten ahora que estoy escribiendo esto. Y es la misma que provocará que te salten las lágrimas a vos, aún cuando no estés tan maricón como yo.

En mi opinión, la serie Toy Story es la obra cumbre de Pixar, y esto en un contexto de otros grandes trabajos como Wall-E o Up. Y está, más allá de las diferencias, a la altura de las mejores producciones de otro maestro de la animación como Hayao Miyazaki, a quien Toy Story 3 rinde un silencioso y merecido homenaje.

lunes, 22 de marzo de 2010

De hijos V

Claro que tratar de ser consecuentes con estas ideas tiene sus "costos", especialmente para la mamá, especialmente en nuestra sociedad, tan poco humana en muchos aspectos. Amamantar es incómodo, a veces doloroso. Lleva tiempo, que es algo que no nos sobra. No es precisamente una práctica con las mejores consecuencias desde el punto de vista estético. Implica una suerte de estado de disponibilidad permanente hacia la necesidad del bebé, que no se lleva muy bien con nuestros deseos de independencia y autonomía. Supone también la decisión de no utilizar toda una gama de alimentos muy populares, de gran disponibilidad y con muy "buena prensa". Y como si todo eso fuera poco, además, a partir de cierto momento de la vida del bebé no está bien visto.

Hay quienes deciden asumir esos "costos" y lo hacen de buen grado, a pesar del esfuerzo. Porque, admitámoslo, limitar la teta luego del período de libre demanda que estipula el pediatra, y descartarla lo antes posible para pasar a la leche de vaca, es mucho más cómodo... para nosotros los adultos. Nadie le preguntó al bebé qué es lo que preferiría.

Pero a estos costos se agrega otro: la presión social; la crítica por apartarse, apenas, de la "normalidad". Es triste verse obligado a omitir el tema, cambiar de conversación si aparece, o directamente mentir para no tener que volver a escuchar cosas como "te van a quedar las tetas hechas mierda", "pero la leche xx tiene un montón de vitaminas, es buenísima", "ustedes son esclavos de ese bebé", "¿cómo puede ser que no tengas nada de tiempo para llamar?", "ese bebé ya está grande para tomar teta", etc. Porque es eso, o un silencio bastante elocuente, o cualquier otra cosa antes que tomarse el trabajo de tratar de entender.

lunes, 15 de marzo de 2010

De hijos IV

El principal -y hasta tanto le interese probar otra cosa, único- alimento del bebé es la leche materna. Gran descubrimiento, ¿no? Pero si lo llevamos hasta las últimas consecuencias (es decir, "teta cuando el bebé quiera, cuanto quiera") surgen situaciones no tan comunes. Si millones de años de evolución llevaron a producir un alimento con determinadas características, ¿por qué reemplazarlo con otro? Cada mamífero tiene la leche adecuada para su cría. En particular, la leche de vaca es adecuada para el ternero. Durante miles de años -y en muchos lugares aún hoy- no se disponía de otro alimento para el bebé que no fuera la leche materna. Y la humanidad no se extinguió ni mucho menos. Y tampoco se disponía de otro tipo de consuelo que no fuera la teta. Porque claro, la teta no es sólo alimento.

El otro día Catalina se puso a llorar en la consulta con el pediatra. La mamá le ofreció la teta e inmediatamente se calmó. Entonces el pediatra le dijo: "Te usó de chupete". ¡Cuánto encierra esa frase! En primer lugar, el juicio de que el bebé está usando a su madre como si fuera un objeto, que la está manipulando. Come on! Es su mamá, y es su teta, con todo lo que eso implica. Si no quisiera su teta cuando siente miedo, ¿qué querría? Y no nos olvidemos que estamos hablando de un bebé de 8 meses. ¿Tan pronto le adjudicamos conductas perversas? Pero en segundo lugar, ¿cómo es eso de "de chupete"? Hasta donde yo sé, el chupete es un sucedáneo de la teta, un pezón artificial. Por conveniencia de los adultos se le ofrece al bebé un reemplazo bastante burdo en lugar de the real thing. Hay que agradecer si el bebé lo acepta, pero si no (como es nuestro caso)... nada. ¿Acaso vamos a defenestrar a alguien que necesita un abrazo de su amor y se niega a aceptar como tal una de estas almohadas? Y si recibe ese abrazo, ¿vamos a decirle que usó a su amor como almohada?

lunes, 8 de marzo de 2010

De hijos III

Una aclaración. Cuando digo "hijo" me refiero a "hijo", pero en particular a "bebé". Es lo que conocemos por ahora. Creo que en general todo lo que sigue se aplica a cualquier etapa, pero es especialmente importante en ésta, cuando los niños son tan vulnerables, tienen tan pocos recursos para lidiar con esa vulnerabilidad y dependen tanto de nosotros.

Básicamente, las creencias a las que me referiré tienen que ver con determinadas situaciones de la evolución (biológica, we´re talking Darwin, not Pokemon) y de la moral (una perspectiva ética, no una moralina). Me parece que en algunos puntos nuestra sociedad occidental, cristiana, blá, podría hacer un mayor esfuerzo para comprender un poco mejor tales situaciones en lo que respecta a la crianza de los niños. No estoy hablando de nada raro; de hecho, fuera de esta sociedad -o sea en el 75% del planeta- algunas de estas cosas se vienen haciendo desde hace milenios; tal como se hacían entre nosotros hasta hace, pongamos, 150 años. No estoy diciendo que aquí hagamos todo mal ni que aceptemos acríticamente cualquier cosa que se haga en otro lado. Espero que la cosa quede un poco más clara con los ejemplos.

lunes, 1 de marzo de 2010

De hijos II

¿Por qué hablar de estas creencias? Básicamente, porque en algunos aspectos hay gente que las considera en cierta medida diferentes de las "normales" o "usuales" en esta sociedad. Suena misterioso, ¿no? Pues nada que ver, en realidad son bastante "normales" o "usuales" salvo por un par de detalles que, a nuestro juicio, son importantes. El problema es que, en general, la sociedad no reconoce ni respeta lo diferente. Y esto es cierto también, en particular, respecto de temas sobre los cuales -como el futbol- cualquiera se siente con igual conocimiento y derecho para opinar, juzgar y desaprobar. Empezando por los padres de uno, pasando por pediatras, parientes, amigos, conocidos, hasta terminar en vecinos, verduleros, taxistas, transeúntes. No es que nos moleste escuchar opiniones de otros, al contrario; siempre vamos a querer reconocer y rectificar nuestros errores. Lo que molesta es que se las exprese sin haber sido solicitadas o -peor- sin pensar que se puede tener ideas diferentes, ni escucharlas ni considerar si son razonables o no. Y hacerlo en serio, porque -de nuevo- ningún padre medianamente cuerdo va a hacer adrede algo que crea que vaya en contra del bienestar de su hijo.

lunes, 22 de febrero de 2010

De hijos I

Tenemos ciertas creencias generales acerca de cómo hacer esto de criar un hijo. Cosas que sacamos de acá y allá, de experiencias, charlas, lecturas, etc. Creencias que usamos para guiarnos en, según el día, esta aventura o este laberinto. Aunque, como saben especialmente aquellos que hayan tenido hijos, una cosa son las creencias y otra el momento en que se desmoronan frente a -por ejemplo- un llanto que no sabés de dónde viene ni cómo calmar. Ahí el cerebro te explota y en el mejor de los casos lográs dejarte llevar por el instinto o lo que coño sea y apagás el incendio... hasta el siguiente. Por eso, quienes hayan tenido hijos también saben que salvo cosas evidentes es complicado opinar acerca de lo que hacen los padres en la crianza de los hijos, porque se supone -y normalmente es más o menos lo que ocurre- que siempre hacen lo que creen mejor para aquellos.

miércoles, 13 de enero de 2010

Oy, oy, oy! Soy muy, muy, muy nerd. Nerdo mal.